Ensayista peruano, uno de los pensadores más influyentes en el ámbito de la reflexión sobre la cultura y sociedad de su país. Destacado activista político, fue además el fundador del Partido Socialista Marxista Peruano.
Su madre, Amalia La Chira, se había casado con Javier Francisco Mariátegui en 1882, en el pueblo de Sayán, de donde ella era originaria. Poco después fue abandonada por su marido, quien la dejó a cargo de los tres hijos del matrimonio. Cuando la familia se instaló en Lima, José del Carmen Eliseo cambió su nombre por el de José Carlos. Durante una estancia en Huacho, Mariátegui sufrió un accidente que dañó su rodilla izquierda y, aunque fue tratado en la Maisón de Santé de Lima, perteneciente a la Beneficencia Francesa, finalmente quedó cojo, lo que le obligó a abandonar sus estudios escolares. Durante su convalecencia inició su formación autodidacta con su madre y su hermana mayor.
Para contribuir al sostén de la familia entró a trabajar en el diario La Prensa como ayudante en los talleres de linotipia y fue ascendiendo lentamente dentro del periódico. Su deseo de incorporarse al grupo de redactores lo motivó a publicar en 1911 un artículo sin autorización, pero a principios de 1914, tras un duro período de aprendizaje periodístico, comenzó a escribir regularmente como redactor con el seudónimo de Juan Croniqueur. Más adelante colaboraría en diferentes revistas sociales e hípicas como Mundo Limeño, Lulú, El Turf, Vesperal y Alma Latina.
Su amistad con Abraham Valdelomar le permitió entrar a formar parte del entorno del grupo Colónida. Además de sus crónicas periodísticas, escribió cuentos, poemas y dos obras teatrales, tituladas Las Tapadas y La Mariscala, escritas en colaboración con Julio de la Paz y Abraham Valdelomar, respectivamente, que no recibieron buenos comentarios de la crítica.
A mediados de 1916 pasó al diario El Tiempo para realizar la crónica parlamentaria, lo cual le permitió conocer la política de su época desde dentro. Sin embargo, mantuvo algunas de sus actitudes decadentistas, las cuales motivarían un escándalo en noviembre de 1917, cuando, acompañado de la bailarina suizo-argentina Norka Rouskaya y de un grupo de escritores, se introdujeron a medianoche en el cementerio de Lima para ver danzar a la bailarina la Marcha Fúnebre de Chopin.
Durante 1918, bajo la influencia de la revolución rusa, la prédica del presidente norteamericano Wilson, la revista España de Luis Araquistain y de las ideas de Víctor Maúrtua, Mariátegui se adhiere al socialismo y lanza la revista Nuestra Época, dirigida por él mismo y por César Falcón, de la que sólo vieron la luz dos números, debido a la publicación de un artículo antimilitarista que motivó un ataque callejero a un grupo de oficiales. Junto a otros intelectuales y algunos obreros, fundó el Comité de Propaganda y Organización Socialista, que tuvo muy corta vida debido a divergencias internas. Por el mismo motivo abandonó diario El Tiempo a principios de 1919 y fundó La Razón. Codirigido con César Falcón, dicho periódico apoyó la lucha obrera y la reforma universitaria.
Tras el golpe de Augusto B. Leguía, el 4 de julio de 1919, su línea periodística fue de radical oposición al régimen, motivo por el cual la Imprenta Arzobispal se negó a continuar editando el diario. En este estado de cosas, el gobierno de Leguía ofreció becas para viajar a Europa, así que Mariátegui partió hacia Italia y César Falcón hacia España.
En Europa se quedaría Mariátegui hasta principios de 1923, en un periplo en el que recorrió Italia, Francia, Alemania, Austria, Hungría y Checoslovaquia, aprendió varios idiomas y consolidó su formación política e ideológica, adhiriéndose al marxismo y a la línea de la Tercera Internacional o Comintern. Participó como testigo en importantes eventos como el Congreso del Partido Socialista Italiano en Livorno, el Congreso Económico Mundial auspiciado por la Sociedad de las Naciones, y las huelgas obreras en el norte de Italia. Fue también testigo de excepción de las consecuencias de la Gran Guerra europea: la situación alemana, el problema de las reparaciones, la derrota del gobierno soviético húngaro y el ascenso del fascismo italiano. Sus impresiones fueron publicados por el diario El Tiempo bajo el epígrafe general de «Cartas de Italia».
Cuando Haya de la Torre fue deportado como consecuencia de las protestas del 23 mayo de 1923 contra la Consagración del Perú al Corazón de Jesús, Mariátegui asumió la dirección de la revista Claridad, dándole una nueva orientación, e impulsó la creación de la Editorial Obrera Claridad con el fin de publicar y difundir las nuevas ideas. Todas estas actividades se vieron afectadas en mayo de 1924 por una crisis de su enfermedad infantil que le obligó a la amputación de su pierna derecha, condenándolo a usar una silla de ruedas por el resto de su vida.
A pesar de ello, Mariátegui reanudó sus colaboraciones en Variedades y en la revista Mundial, bajo el epígrafe general de «Peruanicemos al Perú». En octubre de 1925 funda con su hermano Julio César la Editorial Minerva y publica su primer libro: La Escena Contemporánea. A principios de 1926 se adhiere a la organización de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) impulsada por Haya de la Torre y definida como un frente único de obreros manuales e intelectuales.
En setiembre de 1926 fundó la revista Amauta. Considerada la más importante y paradigmática del siglo XX, en sus páginas se publicaron importantes trabajos de la nueva generación intelectual. Además de las nuevas corrientes intelectuales, políticas, artísticas y literarias de Europa, Amauta fue expresión de las dos tendencias más importantes del Perú de los años 20: el indigenismo y la vanguardia. En junio de 1927, la revista Amauta fue clausurada por la supuesta existencia de un «complot comunista» para derrocar al gobierno de Leguía. Apresado en el hospital militar de San Bartolomé, una campaña internacional abogó por su libertad. Aunque liberado, la revista Amauta tardaría en aparecer, por lo que Mariátegui estudiaba la posibilidad de trasladarse a Buenos Aires o a Montevideo.
En abril de 1928 se produjo la ruptura entre Mariátegui y Haya de la Torre por las discrepancias con respecto a la organización de la APRA. Mariátegui denunció la ruptura unilateral de la política de frente único por la de partido único, y la práctica política basada en «el bluff y la mentira» propia de la política civilista. En este contexto, Mariátegui tomó contacto con la Secretaría Sindical de la Tercera Internacional y envió delegados al IV Congreso de la Sindical Roja o Profintern en Moscú y al Congreso de los Países Orientales en Bakú. Con ello se iniciaron los vínculos de Mariátegui y sus colaboradores con la Tercera Internacional.
Acorde con la nueva situación, la revista Amauta se define socialista en setiembre de 1928. Semanas después, el 8 de octubre se funda el Partido Socialista y Mariátegui es elegido Secretario General. El nombre del partido no estaba acorde con los requisitos solicitados por la Tercera Internacional para ser reconocidos como su sección peruana, lo cual dio lugar a una serie de presiones para cambiar dicho nombre por el de Partido Comunista. A fines de 1928 publica sus Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, uno de los libros más lúcidos escritos sobre los problemas del Perú. La alternativa planteada por Mariátegui se basa en una interpretación marxista de la realidad peruana, aunque heterodoxa dentro del dogma comunista de la época.
Inició además, a través de la edición del quincenario Labor, que apareció en noviembre de 1928, una campaña pro fundación de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), cuyo Comité Organizador se creó en mayo de 1929. Al mismo tiempo envió delegados al Congreso Constituyente de la Confederación Sindical Latinoamericana de Montevideo y a la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana de Buenos Aires. Allí se manifestaron abiertamente las discrepancias entre las tesis peruanas y las del Buró Sudamericano de la Tercera Internacional. Sin embargo, Mariátegui fue elegido miembro del Consejo General de la Liga Antimperialista, organismo impulsada por la Tercera Internacional.
En setiembre de 1929 la casa de Mariátegui fue allanada nuevamente, esta vez tras la denuncia de un supuesto «complot judío». El quincenario Labor fue clausurado y ya no aparecería más. Mariátegui decidió entonces viajar a Buenos Aires. Buscó el apoyo del escritor argentino Samuel Glusberg y del peruano Luis Alberto Sánchez, que en ese entonces se hallaba en Chile. Propició el ingreso de Eudocio Ravines, exiliado peruano en Europa, para que se ocupase de la Secretaría General del Partido Socialista.
En febrero de 1930 Eudocio Ravines asume la Secretaría General y Mariátegui finaliza su viaje a Buenos Aires. Pero a fines de marzo una recaída de su vieja dolencia infantil obligó a internarlo en la Clínica Villarán, donde falleció el 16 de abril. Muerto Mariátegui y bajo recomendación del Buró Sudamericano de la Tercera Internacional, el 20 de mayo se cambió el nombre del Partido Socialista por el de Partido Comunista.
El quinto de los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana estudia la función que la religión ha tenido en la vida peruana. En el sexto, titulado «Regionalismo y Centralismo», el autor toma posición en el debate entre los defensores de la organización central y los federalistas. Frente a ellos, defiende un nuevo regionalismo, opuesto tanto al centralismo que olvida los intereses de las provincias, cuanto al regionalismo de cepa feudal. En el séptimo y último ensayo se hace una revisión del proceso de la literatura peruana. Mariátegui señala la dependencia de ésta respecto a la organización económica del Perú en sus diversas etapas históricas y destaca, como rasgos característicos de la literatura de la época, la liberación del espíritu colonial, la tendencia creciente a aproximarse a la vida nacional y la influencia del espíritu cosmopolita.
Su posición marxista decidida y apasionada lo llevó con frecuencia a la polémica, y fruto de ella fue su trabajo titulado Defensa del marxismo, frente a la posición revisionista del político y teórico belga Henri de Man. Cabe anotar un rasgo peculiar de su pensamiento marxista, al que él consideraba no calco ni copia, sino «creación heroica»: su heterodoxia, especialmente en el terreno del análisis literario.
En efecto, Mariátegui rebasó las fronteras del historicismo positivista y los límites que imponía el marxismo al arte, y al mismo tiempo concibió la literatura como un fenómeno estético, histórico y social. Asimismo, es valiosa su periodización de la literatura peruana en tres fases: colonial, cosmopolita y nacional. Fue por tanto un agudo crítico de la cultura de su tiempo y mantuvo siempre una sensibilidad despierta y entusiasta ante las nuevas formas artísticas surgidas entre las décadas de 1920 y 1930. Su prematura muerte truncó su obra.